En el día de
ayer falleció una joven mujer trans de a penas 23 años en San Juan (Argentina) el acto letal fue
precedido por una inyección de silicona líquida. Desconozco si esta le provocó
una infección o si migró por un vaso sanguíneo hasta impactar en sus pulmones,
algo que se conoce como embolismo pulmonar, una situación muy grave y
desesperante, una muerte de “asfixia”. Cabe aclarar esta es un práctica que realizan muchas mujeres y varones, pero en esta nota abordaré la realidad de las personas trans.
La pulsión
que genera la identidad es sin dudas uno de los más grandes motores de la
historia y de las biografías, saber quienes somos vivir y expresarlo de la
manera elegida es uno de los propósitos en la construcción de una trayectoria
vital.
Uno de los
primeros mandatos que recibimos –si por añadidura- es el de nacer configurados
por un sexo documentado, hombre o mujer, casi sin objeciones ni posibles
repreguntas se afirma de forma única e irrepetible el binomio. Lo “normal”,
lo “natural” en que muchas y muchos escudan estas prácticas se desdibujan
cuando podemos ver caso por caso y quedan absolutamente sin sentido si miramos
persona a persona. La trama de poder que circunda los mandatos “naturales” se
hace evidente en una gala dominante, normalizadora, que nos piensa como sujetos
fabricados en serie propios del Fordismo y no como personas libres capaces de
configurarse y crearse una y otra vez.
El
desprenderse de las barreras de protección que implica pensar como piensan las
mayorías, para muchas y muchos, significará nos resten un saludo, una sanadora discusión
en una mesa familiar, y otras peores como
perder un trabajo, pero la cosa se pone dura e imposible de admitir cuando aparece la
muerte como resultado.
En lo poco
que trascendió sobre el caso de la muerte de esta joven en las últimas horas,
rápidamente me topé con las miradas facilistas que dicen “se lo buscó”, a
buenas a primeras en un mundo de números parece ser verdadera la respuesta,
pero en un mundo de personas –ese por el que lucho- las subjetividades cobran
fuerte sentido.
¿Quién la
mató? El querer “ser” tal vez mata en un mundo de iguales. Hay un abandono,
alguien está promoviendo estas prácticas de muerte, alguien vende estas
siliconas que muchas veces son “estériles” y de “uso medicinal” (obviamente para otro tipo
de usos médicos, no para ser inyectadas en tejidos, pero con esa famosa leyenda
que tanto confunde –por la que más de una vez he discutido con las chicas-).
Lo hizo
aquella, esta otra y no le pasó nada…la verdad suerte, pero no les pasó nada
que puedan ver, en realidad esta sustancia inerte se metió infiltrando los
tejidos (separando las carnes, hablando mal y pronto) generando una gran
respuesta inflamatoria y trastornos linfáticos y circulatorios varios como edemas
(hinchazón y dolores), tumoraciones, afinamiento de la piel, imposibilidad de
defensa del organismo si se genera una infección e imposible de retirarla en caso de ser
necesario.
Le damos una
vuelta más, muchas de estas chicas hacen este tipo de cosas, exponerse a la
muerte para aceptarse, pero también para
ser aceptadas por sus “amigas” –con amigas así mejor no tener nada- y otras lo
hacen para “valer más para otros” ¿Cómo es eso? Lamentablemente el acceso
laboral para las personas transgénero sigue siendo un gran problema, por un
lado la discriminación que las aleja de la posibilidad de formarse y acceder a
educación formal, por otro lado la necesidad de subsistencia a muchas las
arrastra a la prostitución y el cuerpo voluptuoso genera mayores ingresos.
Podríamos
seguir ajustando y develar que hay
comerciantes de sueños que inyectan siliconas a las chicas les cobran
entre $3000 a $10000 pesos para estas “intervenciones”, no imagino como pueden
dormir tranquilas estas personas, sabiendo que están condicionando, mutilando o
incluso sentenciando a muerte a una persona.
Hay más
vueltas que seguramente desconozco, estas son algunas, son lamentables. Sin
dudas hay muchas y muchos responsables.
Dejo un link
informativo:
https://atclibertad.wordpress.com/2013/08/28/silicona-industrial-bajo-la-piel/
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